Pimientos
y mazapanes.
Faltaban veinte minutos para las cuatro
de la tarde. Era el primer sábado del mes y eso significaba que era
la hora feliz, como decían algunos de los niños. Todos los alumnos
del Internado Bahía Azul ya se encontraban en el gran salón,
vestidos e ilusionados. Todos menos una. Allen paseo la vista a lo
largo y ancho de la sala esperando ver un toque de fuego, pero no
encontró nada. Noy no se encontraba por ningún lado. Decidido se
encaminó a la salida más cercana y fue directo a la parte oeste del
edificio.
El colegio se dividía en tres grandes
bloques. La oeste que pertenecía a las niñas, la este que era donde
los niños residían y la sur que correspondía a las estancias
comunes. Con algo de cuidado para no ser visto, corrió escaleras
arriba y fue directo a la habitación del fondo. El suelo del
corredor era de parqué y las paredes amarillas con diminutas
florecitas. Cada una de las puertas era exactamente igual a la
anterior. Robustas e imponentes, excepto una. La última de todas se
encontraba repleta de folios con dibujos. Dibujos preciosos. Unos
eran simples paisajes de un país que Allen desconocía. Otros eran
de guerreras bonitas y en otros muchos el niño veía a su Rojita
representada. En alguno podía ver a una Noy pequeña e incluso con
patucos. En los dibujos predominaba el rojo y el verde. Había uno
realmente bonito pero que a Allen le ponía triste. Noy se encontraba
al lado de un chico muy alto, pelirrojo como ella y con unos enormes
ojos verdes. No eran de un verde luz como los de la niña, sino de un
verde muy oscuro. Eran unos ojos tristes pensó Allen. Aún con el
mal sabor en la punta de la lengua, el chico toco a la puerta y acto
seguido entró. No esperó respuesta, pues sabia que Noy no se la
daría.
- ¿Aún estas en la
cama?
- Sí, es sábado y
tengo el derecho de hacerlo -Noy se encontraba aun con su
pijama de Jack Skeleton puesto, pero él no veía rastro de
somnolencia en el rostro de su amiga.
- Pero este es el día de los padres
y es tu primera visita. ¿Lo has olvidado?
- No, no lo he olvidado. Pero no
pienso vestirme y bajar allí.
- ¿Por qué? -Allen estaba
ansioso por ver la sonrisa juguetona de su madre y poder disfrutar de
las ricas galletas de chocolate que esta traía en todas sus visitas.
No entendía como Noy no sentía lo mismo.
- Pues porque mi familia no va a
venir a verme.
- ¿Te lo ha dicho la profesora?
¿Han llamado para avisar de que no venían?
- Allen, a veces no hace falta que
la gente diga lo que va a hacer. Y mis papas nunca cuentan nada sobre
sus planes. He aprendido a anticiparme a ellos. Sé que no vendrán.
- ¿Cómo puedes estar tan segura?
- Mi hermano lleva cinco años
estudiando en Inglaterra y jamás han ido a verlo. ¿Por qué conmigo
seria diferente? -Allen sintió rabia por el dolor que notaba en
los ojos de su Rojita, él mejor que nadie sabia lo que era esperar
algo que nunca llega. Pues en todos los años que llevaba en Bahía
Azul, su padre nunca había ido a visitarlo. Pero también envidiaba
a Noy, ella ya no esperaba. Se había resignado y punto. En cambio
él, aun esperaba con ilusión encontrarse a su padre en el enorme
salón del internado.
- Porque tú eres diferente
-para él era tan sencillo como eso. Noy levantó la mirada y clavo
sus ojos en él.
- Eso no cambia las cosas. Ellos no
van a venir.
- Aún así, vístete y baja
conmigo. Mi madre nos debe de estar esperando.
- ¿Nos? ¿A mí también?
- Sí. Le hablé del pimiento rojo
que me atosiga a todas horas. Que me obliga a estudiar y no para de
hablar nunca. Y de hacerse la chula con toda esa información que
tiene en su diminuta cabeza. Así que quiere conocerte.
- Heeee si yo soy un pimiento, tú
eres un trozo de mazapán.
- Ja, amiga, amiga. Será mejor que
retires eso ahora mismo y vayas a vestirte -Noy con mejor humor
salta de la cama y se tira sobre la puerta del baño.
- Ahora salgo. Si quieres ves
bajando.
- No. Aquí te espero.
- ¿No te fías de mí?
- No
En apenas 5 minutos su Rojita asoma sus
rizos por el cuarto vestida con unos pantalones negros, una sudadera
blanca enorme en la que se leía en grandes letras Oxford y unas
botas de agua del mismo color.
- Te viene muy grande.
- Lo sé. Era de mi hermano. Me la
regaló la ultima vez que fui a verle.
- Te queda bien.
- Lo sé
Noy sonríe para gusto de los dos y
agarra la mano de su trozo de mazapán antes de salir por la puerta.
Allen se había familiarizado muy pronto a esa costumbre suya.
Siempre le cogía la mano o le daba algún que otro beso en la
mejilla por las mañanas o antes de irse a dormir. Él pensaba que
era algo normal entre amigos, pero nunca le había visto hacerlo con
otros niños. Y a Allen en el fondo sin saber muy bien porque, eso le
gustaba. Solo quería que fuera así con él. Y es que Allen no
miraba a ninguna niña como a Noy.
- Por cierto, ¿tu hermano es el
chico del dibujo que hay en tu puerta?
- Sí. Estudia bellas artes y hace
todos esos dibujos. Cada mes envía uno. Dice que así nunca me
olvidaré de él.
- ¿Porqué vive tan lejos?
- Le dieron una beca muy cara para
estudiar allí.
- ¿Qué es una beca?
-normalmente él nunca preguntaba sobre aquello que no sabia, pues
eso le hacia idiota frente a los demás. Y muchas veces los
profesores se exasperaban cuando él tardaba en entender alguna
lección o definición. Pero Noy tenia mucha paciencia, le explicaba
las cosas de tal manera que él pudiera entenderlas y eso a ojos de
Allen, la hacia bella.
- Es una ayuda en forma de dinero,
que dan a las familias para que sus hijos puedan estudiar.
Sin darse cuenta se encontraban
enfrente de las puertas del salón. Entraron de la mano y Allen se
dirigió automáticamente a la mesa de bebidas, donde su madre le
esperaba. Y ahí estaba. Alta y preciosa. Con su vestido negro
entallado y unos tacones rojos a juego con su diminuto bolso.
***
- Mi brujito hermoso -Noy solo
pudo reír al ver la cara teñida de rojo de su amigo. La madre de
Allen no paraba de darle besos por toda la cara y de decirle cuanto
le había echado de menos. Era una mujer realmente guapa. Pero lo
único en común que tenían era el pelo negro y los labios. Los dos
poseían unos enormes y llanos labios.
- Mamá que ganas tenía de verte.
- Y yo cariño. Papá esta de viaje
y por eso no ha podido venir -para compensar la ausencia de su
padre, Allen fue disparado por más besos. Y Noy se acordó de su
hermano. Él la abrazaba durante cinco minutos sin soltarla cuando
iba a verlo. Para ella ese era el mejor momento del año.
- Mira mami, ella es Noy.
- Noy ella es Ana, mi madre.
- Hola preciosa -Ana la abrazó
muy fuerte y le dio dos besos. Unos besos tiernos. De esos que solo
Allen sabia dar. La niña supuso que
era algo de familia.
- Hola señora Gomez.
- Cielo puedes llamarme Ana. Mira
que pelo y que ojos. Eres más bonita que el pimiento rojo del que me
hablo Allen.
- ¿Le dijiste que era un pimiento?
-cuando le pillara ese trozo de mazapán seria zampado y
destripado pensó Noy
- Pues claro, ya te lo dije -y
tan despreocupado como siempre Allen empezó a devorar galletas.
Cristina Castilla Ramón
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"Sé que es una entrada repetida, pero como estoy poniendome al día con las historias esta es la continuación de Noy y Allen. Y como hace tanto de ellos, entenderia que los tuvierais olvidaditos asi que os dejo un enlace donde leerlos de nuevo aquí."
6 comentarios:
En tu caso, no importa volver a releerte :)
Muuuac!
:D:D aixx mi niña, siempre me hace ilusión recibir un comentairo tuyo jeje. Muuuakis guapa.
Siempre me encanta leerte, me haces sonreír :)
Muaack
A me encanta tenerte por aqui^^ un besazo Charlotte.
Volver a leerte es un placer.
Besis
Alasdepapel: En poco este blog volverá a ser lo que era:D. Y veros por aquí me da animos. Un besazo nena.
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