19 de enero de 2011

La verdad es roja, espesa y amarga...


Son las 6 de la mañana y te cuesta subir los parpados.
Apenas te das cuenta y ya estas en la ducha, bajo tu cortina de lluvia.
Sales de tu muro de vapor y lo ves, tu reflejo.
Hacia tanto que no te mirabas. ¿Y para que? No te gusta lo que ves.
Lo detestas. Teñiste los cristales de tormento
y tiraste los espejos al pozo del olvido.
Pero hoy te fuerzas.

Y ahí está. Su nariz en ti.
Sus mismos labios impúdicos, aquellos que tantos codician.
Te ojeas la melena leonada y maldices, al cabello
y a él por tenerlo semejante a ti. Solo hay algo que el no posee y
 son tus dos luceros fríos y cobaltos que tanto amas.
A pesar de ese bajo gozo, admites a regañadientes la verdad.
Todos lo dicen, tu en el fondo lo sabes y tus entrañas sangran por ello.
Eres su viva imagen. Pero te duele tanto que sea así.
Y chillas a todo pulmón al cristal, le golpeas y sangras.

2 comentarios:

neko dijo...

Curiosa manera de expresarte Cris, y lo mismo puedo decir de tu descripción personal.

El espejo no siempre devuelve una imagen fiel de lo que refleja. La mente puede distorsionarlo de tal manera que puede resultar una mera sombra de la realidad. Hay que saber cuando mirar, y cuando no hacerlo, y cuando creer lo que nos devuelve y cuando no.

Un saludico!

Anónimo dijo...

Nada como odiar tu propio aspecto. Yo no tolero a la gente que se odia a sí mismos por pensar que no encajarán en la sociedad si no "cuadran" con los estereotipos. Pero... odiar tu aspecto porque te recuerda al de tu padre... increíble. Nunca había leído nada igual. Lo expresas maravilloso.

Attt: S@rond@-